La Argentina es un país que tiene crecimiento alto de su economía, pero anémico. Es como aquella persona que come mucho, pero mal y, cuando va a realizarse análisis, le salta la anemia. Es casi una costumbre argentina afianzar el bienestar presente, hipotecando el futuro. Por eso mejoran los índices respecto de 2009, con un nivel elevado de consumo, financiado en amplias cuotas, dice a LA GACETA Victoria Giarrizzo, directora del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX). De acuerdo con el último reporte de esa entidad, la sensación de bienestar económico de los argentinos mejoró un 5,2% en el primer semestre, respecto de igual período del año pasado, pero ese resultado también marca las cuentas pendientes: el derrame de la recuperación económica no logró apuntalar el ingreso de la familia. Esa es la anemia de un país con crecimiento económico.
El Indice de Bienestar Económico (IBE) subió 5,2% en el primer semestre, impulsado por mejores condiciones de empleo, y menores conflictos en materia de educación y salud. A fines de junio, el IBE alcanzó un valor de 47,6 puntos sobre una escala de 0 a 100, donde 50 marca niveles aceptables, informa el CERX.
Si bien el bienestar continúa asentado sobre una zona vulnerable, el incremento es significativo porque está marcando que de alguna manera la población percibe la actual reactivación económica en mejoras de bienestar. El análisis de los componentes del IBE marcan mejoras concretas en Salud, Educación, Trabajo y Vivienda pero persiste un deterioro en el sub índice Ingresos, aclara el diagnóstico privado. Si bien se aprecia un avance en la situación de bienestar en el primer semestre del año, la percepción de las familias sobre su situación de ingresos se mantiene peor que el año pasado.
El IBE es un indicador de bienestar económico subjetivo, que evalúa la satisfacción de la población con su calidad de vida en cinco áreas representativas de ella: ingresos, vivienda, empleo, educación y salud.
Una de las claves
Los problemas de ingresos se posicionan este año como el principal factor negativo en el bienestar de la población, y permite inferir que la recuperación económica que comenzó en enero de este año no es homogénea y plantea algunas consideraciones a las políticas de ingresos.
Giarrizzo explica el fenómeno. "En términos de bienestar, ninguna economía que se financie a tasas del 50% es sustentable en el tiempo y ese es el gran error de la Argentina: creer que porque el consumo repunta mejoramos el bienestar de la gente", indica.
En otras palabras, la población mejora su bienestar presente resignando el bienestar futuro. "Posiblemente el plasma que adquirió para ver el Mundial le haya dado la felicidad del momento, pero cuando tiene que pagar la tarjeta de crédito y observa en el resumen que va la primera cuota de 50 pactadas le agarra el ataque", puntualiza la economista.
El consumo retraído es contagioso. "Constituye un hábito de compra muy argentino que luego se siente en términos de felicidad, pero no de bienestar; por eso es que la gente, al efectuar alguna consulta acerca de sus ingresos, contesta que no le alcanza para vivir", remarca Giarrizzo. Es lo que la encuesta realizada por CERX demostró como aquella sensación de empobrecimiento por pérdida de poder adquisitivo.
Si bien la inflación real golpea los bolsillos de las familias argentinas, Giarrizzo sostiene que en las consultas a la población esa variable no es tan determinante en las respuestas. "Es como que, en materia de poder adquisitivo, la gente tiene su propio aprendizaje y se adapta a la situación económica del momento, más allá de la inflación", explica.